sábado, 28 de septiembre de 2013

Sobre tecnólogos contra las fuerzas de la naturaleza.

Una de las razones por las que he escrito esta novela, fue para tratar un tema que debería preocupar a cualquier ciudadano del hemisferio desarrollado del planeta. Las dificultades que un ser "civilizado" tiene que afrontar cuando se enfrenta a un territorio inhóspito y salvaje.
Es el caso de los mercenarios que protagonizan "El Polizonte del Philadelphia". Es cierto que son rudos soldados, que han peleado en contiendas cruentas, que se han endurecido con experiencias muy crudas. Pero sin embargo, siguen siendo seres humanos que dependen en gran medida de su tecnología para subsistir. En el fondo, no se diferencian tanto de cualquier ciudadano que se crió en el seno de una sociedad desarrollado, que se vería perdido si de pronto, se encuentra en medio de la selva del amazonas, de una isla desierta, o del Sahara. A estos mercenarios de un futuro lejano, de una avanzada era espacial, tienen el mismo problema cuando tienen que cumplir su misión en un planeta dominado por dinosaurios. Por esta razón, tienen que recurrir a los servicios de un guía local (que por cierto, es el mejor personaje de toda la novela).
Gracias a este guía y a sus consejos, los mercenarios aprenden enseguida a subsistir en ese mundo primito. Cosas como que no hay que molestar a los grandes herbívoros territoriales, que no hay que temer a los grandes cazadores (porque solamente comen presas de su tamaño), o que hay que pasar las noches en las copas de los árboles para evitar que los depredadores nocturnos te devoren.
Y una vez aprendidas estas normas, estos mercenarios ya están preparados para enfrentarse a los verdaderos enemigos; los humanos enemigos que forman el otro grupo.
Y esta idea, la de los seres humanos que tienen que subsistir en un territorio hostil, la he repetido en mi nueva novela "El planeta de la noche eterna", que por otra parte, es una precuela no oficial de "El Polizonte del Philadelphia".
En esta ocasión, los protagonistas son civiles, pasajeros de una gran nave que sufre un misterioso accidente que les obliga a aterrizar en  un planeta vagabundo, un planeta que no pertenece a ningún sistema estelar, y que por lo tanto, siempre es de noche.
Y además de que son civiles, y por lo tanto, sin nociones previas de supervivencia, tampoco hay un guía que les pueda ayudar. Y para colmo, no tardan en descubrir que el accidente que han tenido era un acto de sabotaje, perpetrado por un grupo de terrorista que hasta entonces, se había camuflado entre el pasaje.
Así que, estas líneas serán, por tiempo indefinido, mi última entrada en este blog...
Si les interesa seguir la divagaciones de este soñador que quiere ganarse la vida como escritor, no se pierdan el blog de "El planeta de la noche eterna", que abriré próximamente.