sábado, 28 de septiembre de 2013

Sobre tecnólogos contra las fuerzas de la naturaleza.

Una de las razones por las que he escrito esta novela, fue para tratar un tema que debería preocupar a cualquier ciudadano del hemisferio desarrollado del planeta. Las dificultades que un ser "civilizado" tiene que afrontar cuando se enfrenta a un territorio inhóspito y salvaje.
Es el caso de los mercenarios que protagonizan "El Polizonte del Philadelphia". Es cierto que son rudos soldados, que han peleado en contiendas cruentas, que se han endurecido con experiencias muy crudas. Pero sin embargo, siguen siendo seres humanos que dependen en gran medida de su tecnología para subsistir. En el fondo, no se diferencian tanto de cualquier ciudadano que se crió en el seno de una sociedad desarrollado, que se vería perdido si de pronto, se encuentra en medio de la selva del amazonas, de una isla desierta, o del Sahara. A estos mercenarios de un futuro lejano, de una avanzada era espacial, tienen el mismo problema cuando tienen que cumplir su misión en un planeta dominado por dinosaurios. Por esta razón, tienen que recurrir a los servicios de un guía local (que por cierto, es el mejor personaje de toda la novela).
Gracias a este guía y a sus consejos, los mercenarios aprenden enseguida a subsistir en ese mundo primito. Cosas como que no hay que molestar a los grandes herbívoros territoriales, que no hay que temer a los grandes cazadores (porque solamente comen presas de su tamaño), o que hay que pasar las noches en las copas de los árboles para evitar que los depredadores nocturnos te devoren.
Y una vez aprendidas estas normas, estos mercenarios ya están preparados para enfrentarse a los verdaderos enemigos; los humanos enemigos que forman el otro grupo.
Y esta idea, la de los seres humanos que tienen que subsistir en un territorio hostil, la he repetido en mi nueva novela "El planeta de la noche eterna", que por otra parte, es una precuela no oficial de "El Polizonte del Philadelphia".
En esta ocasión, los protagonistas son civiles, pasajeros de una gran nave que sufre un misterioso accidente que les obliga a aterrizar en  un planeta vagabundo, un planeta que no pertenece a ningún sistema estelar, y que por lo tanto, siempre es de noche.
Y además de que son civiles, y por lo tanto, sin nociones previas de supervivencia, tampoco hay un guía que les pueda ayudar. Y para colmo, no tardan en descubrir que el accidente que han tenido era un acto de sabotaje, perpetrado por un grupo de terrorista que hasta entonces, se había camuflado entre el pasaje.
Así que, estas líneas serán, por tiempo indefinido, mi última entrada en este blog...
Si les interesa seguir la divagaciones de este soñador que quiere ganarse la vida como escritor, no se pierdan el blog de "El planeta de la noche eterna", que abriré próximamente.

jueves, 29 de agosto de 2013

Lo que aprendí en el curso de guión, parte 2.

Otra cosa que aprendí en el curso de guión fue el concepto de rentabilidad, que lo que el guionista escriba tiene que ser un proyecto que además de ser viable, tiene que generar beneficios a las productoras. O en otras palabras, que un guionista en España, tiene que saber de antemano lo que costaría (en valor monetario), llevar su proyecto a la pantalla.
O en otras palabras, en España (como no existe una industria audiovisual), los guionistas estamos obligados a ser contables.
Cuando me enteré de esta problemática, me quedé estupefacto.Me pregunté si Roberto Orci, guionista de Transformers, entre otros, tuvo que enfrentarse a este problema, si Spielberg le rechazaba los primeros borradores porque decía que era demasiado caro...
Pero allí, en Hollywood, al existir una industria del entretenimiento, los guionistas novatos no se enfrentan con este problema. Pueden llenar sus escritos de toda clase de seres fantásticos sin correr el riesgo de que sus guiones sean rechazados porque no parecen rentables.
Es más, en España, un guionista que quiere presentar su proyecto a una productora, tiene que ser él mismo el que se encargue de ello. A diferencia de Hollywood, aquí no existe la figura del representante del guionista, que se encarga de estos asuntos (que por otra parte, tiene su lógica, pues por naturaleza, los guionistas tendemos a ser personas cohibidas e introvertidas).
Y además, como aquí no hay industria, las productoras asumen que tampoco hay directores competentes (de esos que resuelven todos los problemas que surgen durante un rodaje), y por lo tanto, los guionistas que ya están contratados, tienen que estar disponibles durante la realización del proyecto, pues se les pide que hagan cambios en el guión para solventar algún imprevisto que surgiese durante el rodaje.
Con este panorama, vi claro por qué la producción en España es de carácter clónico. Cada vez que aparece un guionista con ganas de innovar, de hacer algo nuevo, de crear cierta industria, se desprecia su trabajo, al considerarlo poco rentable, o no es valorado por culpa de una presentación pésima, o en última instancia, se modifica por culpa de una dirección incompetente.
Por estos motivos, decidí dedicarme a la escritura, porque al parecer, aunque reboso de imaginación, mis proyectos no son rentables, y por lo tanto, a mí me resulta más rentable ser escritor de novelas que de guiones.
Ah, y por cierto, para que me resulte rentable, necesitaré lectores.
Lean "El Polizonte del Philadelphia". No se arrepentirán.

viernes, 2 de agosto de 2013

Sobre TV contra Wii.

En estos días de descanso, que los paso viendo películas en televisión (mientras trabajo con mi siguiente novela, que un escritor tiene que trabajar siempre), me he fijado en un fenómeno que podría ser preocupante...
Cada vez que alguno de mis sobrinos viene de visita, me piden siempre lo mismo; ¡Tito, ven a jugar con nosotros a la Wii!
Claro está que acepto (siempre acepto) y me paso el día jugando con ellos a la consola. Y es pasando el tiempo de esta manera cuando un servidor se da cuenta de este fenómeno. Los niños de hoy en día, no ven la televisión.
Y recuerdo perfectamente que cuando era pequeño, siempre me decían que saliera afuera, que leyera alún libro, que no me pasara el día viendo la televisión.
Pero es que hoy en día, a mis sobrinos hay que decirles que salgan afuera, que vean alguna película por televisión, para que no se pasen el día con la Wii.
¿Significa que me estoy quedando anticuado? ¡No, no lo creo! De hecho, si mis sobrinos siempre me invitan a jugar con ellos, es porque yo les ayudo a superar los desafíos que se presentan el videojuego de turno. Y además, yo no tengo tiempo para jugar yo solo a la consola, teniendo una vida laborable tan laboriosa [que por cierto, no se me paga lo suficiente (¡Lean mi libro, por favor!)].
Pero esta situación me recuerda a lo que se vivía a principios del siglo pasado, que cada vez que se encontraba que una persona se pasaba la vida con los ojos pegados a las páginas de los libros, también se le decía que dejara de leer, que saliera afuera.
Y hoy en día sucede lo mismo con las consolas y las tablets. Y si yo trabajara en el mundo de la televisión, me preocuparía, porque parte de la culpa de que sucedan estas cosas es de las empresas dedicadas al entretenimiento audiovisual, que con los contenidos que producen, están consiguiendo repeler a las nuevas generaciones de la televisión, que se refugian en los paraísos virtuales del principios del siglo XXI, donde un jugador encuentra las emociones y los desafíos que no encuentran en otros medios.
No obstante, yo escribo para este tipo de público, que están aburridos de ver siempre lo mismo en televisión, y se enganchan a cualquier historia que les hagan hervir la sangre con la adrenalina, y que también les hagan pensar.
Y es el caso de "El Polizonte del Philadelphia" (Por favor, lean mi libro, bis), una trama de dinosaurios extraterrestres y mercenarios futuristas, que encajaría perfectamente como argumento de uno de estos videojuegos que se hacen hoy en día.

domingo, 28 de julio de 2013

Sobre los tópicos de las películas de aventuras de los 50.

A menudo, cuando estoy escribiendo una historia, introduzco episodios enteros nuevos, es decir, pequeños relatos que surgen dentro de la corriente narrativa principal, que ayudan a enriquecer y dar continuidad al cuento que escribo.
Es el caso del puente colgante que aparece en mitad de mi novela, que a su vez apareció de la nada mientras elaboraba el primer borrador de "El Polizonte del Philadelphia".
La cosa surgió porque necesitaba que los protagonistas pudieran ganar distancia en la carrera por los restos del Philadelphia con respecto a los antagonistas. Así que puse en medio de la selva un accidente geográfico insalvable, un gran cañón muy ancho y mucho más profundo,horadado por un río durante millones de años. Y la manera más rápida de cruzar ese cañón de un borde al otro, era a través de un puente colgante.
Y sí, lo admito, es el típico puente colgante que aparece en todas las películas de aventuras de los años 50, esa construcción hecha con tablas y lianas que se cae a pedazos, que se pasa mucho miedo al usarlo, y que al final siempre se rompe, dejando a algún que otro personaje colgado del borde del precipicio.
Y he de añadir, que si llegué escribir esta capítulo, fue por otro motivo más personal; y es que yo mismo crucé un puente similar en la vida real.
No,no hace falta que se imaginen a un servidor formando parte de una expedición en Sudamérica, África o algún otro lugar exótico de nuestro pequeño y hermoso planeta.
Fue en una excursión, en mi último año universitario, al valle de Burbia en los Ancares Leoneses.
Resulta ser que un día ascendimos por una de sus montañas, y para ello tuvimos que cruzar varias río, que a esas alturas de su curso no era más que un regato. Y al ver el primero de esos puentes, hechos con tablas húmedas y casi mohosas, con una única barandilla de palo, mi comentario (y el de alguno de mis compañeros) fue "Esto se parece al típico puente colgante que aparece en todas las películas de aventuras".
Ahora bien, es cierto que no había mucha caída, y que el puente era muy corto. Pero estábamos en Febrero, el agua era muy fría y las dichosas tablas parecían podridas por dentro. Y además, como ya dije antes, tuvimos que cruzar varias veces ese río, y cada nuevo puente que nos encontrábamos, era peor que el anterior. Llegué a desear haber traído mis botas de agua para vadear directamente el río, y así, no tener que probar suerte con los dichosos puentes rústicos...
Y es que los tópicos son tópicos por una buena razón; porque suceden en la vida real.
Y así fue cómo surgió uno de los mejores capítulos de mi libro.

viernes, 26 de julio de 2013

Sobre el ansia de viajar.

Uno de los motivos por los que quiero dedicarme a esto de contar historias, es porque el mundo real me resulta aburrido o deprimente. De hecho, cuando escribo me olvido de todos mis problemas cotidianos, o en otras palabras, me quita el dolor existencial propio de todo ser humano.
Y es que me he criado en una granja, prácticamente aislado de otros seres humanos. Mis únicas vías de escape eran la televisión y mi imaginación.
Y así, gracias a mi imaginación, puedo viajar a otros mundos, o incluso, a otros universos. Y todo ello sin los inconvenientes propios de un viaje real (que si no se come, que si se pasa frío, que si se pasa calor, que si nos roban, que si no me adaptado al cambio horario, que si nos atacan, que si la nave espacial se avería, que si nos meten presos...).
Y yo escribo para lectores que también tengan esta inquietud, que les gusten viajar, pero no sufrir estos engorros. Y además, les llevo a lugares donde es imposible llegar con la tecnología actual. Mundos con más de una luna, con anillos, habitados o deshabitados, con soles rojos o azules, con cielos extraños, flora y fauna exótica... Y todo ello por un precio mucho más inferior que si el lector tuviera que embarcarse en una nave espacial.
Eso sí, me encargo de que estos viajes tan fantásticos sean lo más creíbles posibles. Pues allá arriba, en otros sistemas estelares, hay mundos con civilizaciones semejantes a la nuestra, o habitados por dinosaurios, o por hongos, o por seres artificiales, o por criaturas que son tomadas por dioses...
Y ya que van a empezar las vacaciones para mucha gente, (y se acaba para tanta otra), os recomiendo que viajéis a Saurius IV, el planeta de mi novela, "El Polizonte del Philadelphia", que os aventuréis en sus selvas y desafiéis sus peligros, y los de otros alienígenas de estos parajes tan primitivos. Además de aprender a sobrevivir en este planeta, también podréis averiguar por qué se estrelló el Philadelphia, y de paso, descubrir la verdad oculta sobre los astronautas primitivos que hace miles de años surcaron los cielos de la Tierra.

miércoles, 17 de julio de 2013

Sobre la elección de algunos nombres.

Bautizar los personajes que uno crea, es una de las tareas más cansinas del autor. Sé que hay creadores que no tienen este problema, que se les ocurren las historias con los nombres de los personajes ya puestos. Pero no es el caso de este servidor.
Cuando escribí el "Polizonte del Philadelphia" y me vi en la tesitura de bautizar a mis protagonistas, me fijé en su cultura y sociedad. Son mercenarios de la Confederación de Sistemas Coloniales, en un futuro lejano. Así que supuse que todos eran mestizos, y por lo tanto, mezclé nombres y apellidos de distintos lugares del mundo. Además, al desarrollarse la historia en un futuro muy lejano, he corrompido sus grafías y su gramática.
Por ejemplo, el líder de campo de este comando se llama Blad Aljih, y lo de "Blad" es un homenaje a Vlad el Empalador, el personaje histórico en que se basó Bram Stoker para crear a Drácula, y que un noble de los Cárpatos que ganó fama gracias a sus métodos sanguinarios para mantener lejos a los enemigos musulmanes (de aquí la gracia de que Blad se apellide Aljih).
Luego, en el caso los antagonistas de la Unión Solar, que son todos caucásicos, me incliné por ponerles nombres anglosajones, y en la mayoría de los casos, solamente se mencionan sus apellidos. Y sus nombres suelen ser pequeños homenajes a gente cuya obra me influyó. (Goldsmith, Egan... )
En el caso de las naves espaciales, concretamente la de los protagonistas, eché mano de la mitología nórdica. Así pues, la nave se llama Wagner, su computadora, Freya, y tiene en su hangar principal un caza denominado Valkiria.
Y luego, hay una nave enemiga,  la Dementor que para bautizarla, recorrí a mitologías más actuales...

domingo, 14 de julio de 2013

Sobre las coincidencias (entre el Polizonte y Prometheus).

El año pasado, estando yo en Babia (pues creía que mi novela se estaba vendiendo como churros), fui al cine a ver "Prometheus" la presunta precuela de "Alien".
Ni que decir tiene que me encantó, ciencia ficción a la antigua usanza, para gente inteligente y sin montajes más propios de un videoclip.
Pero encontré similitudes entre esta película y mi novela, sobre todo en la parte en la que despiertan a ese astronauta primitivo y se pone violento con los humanos que le visitan. Es una escena muy parecida a un capítulo de mi novela, en la que otro astronauta primitivo también se ponte muy violento con los humanos que le descubren.
¿Y cómo es posible que suceda algo así? ¿Ridley Scott me plagió a mí? ¿Yo le plagié a él? Misterio, misterio...
¡De misterio nada!
Pues claro que no hubo ningún tipo de plagio. Mi novela se hizo pública meses antes del estreno de "Prometheus", y cuando empecé a escribirla, ni siquiera había oído hablar de este proyecto.
Lo que sucede es que Scott y un servidor han bebido de las mismas fuentes. A los dos nos apasiona el tema de los astronautas primitivos, y también hemos fantaseado con ese momento futuro en que por fin entremos en contacto con otra forma de vida inteligente (y he de añadir, que los dos somos muy pesimistas con este último punto).
Así que aprovecho esta entrada para volver a haceros la oferta de que leáis "El Polizonte del Philadelphia", porque si os ha gustado la parte en que ese albino le arranca la cabeza al androide de un solo puñetazo, seguro que os va a encantar las barbaridades que hace mi criatura con los humanos que intentan contactar con ella...

viernes, 12 de julio de 2013

Sobre el por qué de que los protagonistas de las películas de terror españolas suelen perder.

En los últimos años, hemos sido testigos de un aumento de producción del terror nacional. Son obras hechas por gente con talento, muy audaces, que se atreven a cumplir con sus sueños, haciendo realidad sus pesadillas...
Claro está que apruebo estas iniciativas, pues la gente que se atreve a realizar cosas nuevas, son las que consiguen innovar, y sus trabajos hacen que el cine español esté cada vez más cerca (aunque todavía falta muuuucho) de que se convierta en una industria, una fábrica que convierta en imágenes y sonido cualquier cosa que un guionista patrio pueda concebir.
Sin embargo, he notado una curiosa constante en el género de terror patrio; que sus protagonistas suelen perder, que son superados por las circunstancias, cayendo, en los últimos cinco minutos de película, en trampas producidas por elaboradas redes conspiratorias de origen sobrenatural...
Este fenómeno no se suele dar en el género de terror americano. A menudo, los protagonistas consiguen hacer frente a los peligros que les acechan. Buen ejemplo de ello, son las cintas basadas en las novelas de Stephen King, en donde lo normal es que los personajes principales consigan salir airosos de situaciones realmente escalofriantes...
Pero este otro fenómeno tiene su explicación lógica. Si analizamos la memoria histórica de Estados Unidos, una nación que fue fundada a partir de una revolución, que se expandió exterminando y desplazando a los nativos, que sufrió una guerra civil, y cuyos ejércitos se alzaron victoriosos en la mayoría de las guerras en las que participó, enriqueciendo, a su vez, la economía del país...
Con estos antecedentes, la conclusión a la que llega cualquier norteamericano medio es bien clara; la violencia es beneficiosa y muy productiva. ¡La lucha es útil!
Y es una conclusión, que además de explicar por qué los protagonistas de sus historias de terror salen victoriosos, también nos aclara el continuo auge de su cine de acción, y de su lucha legal para que cualquier ciudadano pueda poseer una arma...
En cambio, la historia de España es diferente. Durante el final de nuestro periodo colonial, fuimos perdiendo poder cada vez que un nuevo país sudamericano se independizaba. Y la gota que colmó el vaso llegó en 1898, cuando fueron los propios yanquis los que nos echaron a cañonazos de Cuba. Y para mayor calvario, sufrimos una guerra civil que todavía, hoy en día, divide al país en dos diferentes grupos con distintos puntos de vista políticos...
¿Y cuál es la conclusión a la que llega un españolito medio al analizar su memoria histórica?; que la violencia no es beneficiosa, que es destructiva. ¡Luchar es inútil!
Y de ahí, que la mayoría de los protagonistas de las películas de terror patrio lleguen a terminar mal en la mayoría de las ocasiones. Supongo que si alguno pudiera salir con vida, sería como un insulto al sentido común del espectador español medio.
No obstante, en "El Polizonte del Philadelphia", me animé más por el enfoque yanqui...
¿O no?

lunes, 8 de julio de 2013

Sobre la necesidad de crear tradición de ciencia ficción en España.

Una de las razones por las que no se suele producir genero de ciencia ficción en España (quiero decir, en el ámbito audiovisual), es porque no apenas hay literatura española dedicada a este género. No es el caso del mundo anglosajón, que cuentan con autores clásicos como H. G. Wells o Isaac Asimov (y también con muchos otros), gracias a los cuales, el consumidor de ficción anglosajón se siente más identificado con los personajes que se ven inmersos en historias de este tipo.
Estas historias son tan populares hoy en día en todo el mundo, que es más fácil para un español, que estas  aventuras tan extraordinarias les pasara a un tal Jhon o James, pero le resultaría muy extraño (por no decir jocoso), que el protagonista se llamara Juan o Jaime.
Y es que en España triunfan las historias en las que el consumidor se sienta identificado con los protagonistas. Tanto es así, que muchos autores se ven obligados a abandonar este género y dedicarse a cosas más sencillas, como la comedia. Apartan a un lado sus ideas más brillantes, las guardan en un apartado cajón en su mente, para escribir relatos que resulten más rentables.
Pero yo me pregunto, de donde salió la tradición de ciencia ficción anglosajón. Es bien sabido que todo tiene un principio, que tuvo que existir una época en donde este genero no era tan popular como ahora.
En el caso de la mencionada tradición, el origen de estas obras la encontraríamos en los descubrimientos científicos realizados en el siglo XIX, entre las que destacaría, el nacimiento del Darwinismo. En este época, se llevó a cabo un gran salto para la humanidad gracias al colonialismo, las expediciones científicas, o la simple exploración por deporte. Y si uno se fija bien en estas historias (un ejemplo muy claro sería "Doctor Who"), suelen ser relatos de viajes, de protagonistas que superan sus dificultades gracias a su intelecto, que van a donde nadie fue antes.
En cambio, por esa misma época, en España, nos dedicábamos a hacer experimentos políticos a costa de someter a la población a una cadena de guerras civiles... Lo que generó una literatura realista, de denuncia social, a menudo satírica, que fue muy necesaria... Pero no era ciencia ficción.
Así que si tenemos que hacer ciencia ficción en España en el ámbito audiovisual, es necesario que primero exista una tradición literaria de este género. Y no creo que sea una misión imposible. Nuestro país tiene una historia rica, bastante bien conocida por el español medio, y por lo tanto, se pueden escribir relatos en las que el lector español se sienta identificado con los personajes.
Y una de las épocas en que España llegó a ser grande (o al menos, estuvo a punto de conseguirlo), fue en la época colonial, entre 1942 y 1898. Es cierto que hubo cosas que no fueron nada correctas (los españoles de bien llevamos más de quinientos años avergonzándonos), pero analizando esta época, podemos deducir cómo sería una futura época de colonización espacial.
Pues precisamente en esta época, se inspiró un servidor de ustedes para escribir su novela. En "El Polizonte del Philadelphia", la acción trascurre en una época futura, donde una coalición de colonias espaciales (la Confederación) ya ha conseguido independizarse de la Tierra (la Unión), para liberarse de su tiranía, ya que la Unión explota todos los recursos naturales que encuentra hasta el agotamiento.
Es un caso muy parecido que le fue pasando en su día al Imperio Español, cuando iba perdiendo territorios (quizás, si las cosas se hubieran hecho bien en su momento, nadie hubiera tenido que revelarse e independizarse, y hoy en día, España seguiría siendo un país donde no se pondría el sol).
Y esta tiranía de la Unión se manifiesta en la innecesaria violencia ejercida por sus mercenarios, que después de llegar a Saurius VI, se dedican a exterminar todas las tribus nativas que encuentran en su paso (Yo no olvido, y me avergüenzo), que les hacen de todo, excepto contagiarles la gripe...

domingo, 7 de julio de 2013

Sobre conspiraciones gubernamentales y la búsqueda de vida extraterrestre.

Coincidiendo con el 66 aniversario del incidente de Roswell, me digno a comentar este suceso.
Supongo que la historia de este incidente es bastante conocida. Un extraño artilugio se estrella en Roswell, Nuevo México, y a partir de este suceso, nació una enrevesada leyenda urbana que especula sobre la procedencia de este objeto, cuyo rescate llegó a movilizar al ejército de los EEUU. Fue un asunto que se llevó con el mayor secretismo posible, tanto es así, que nos hemos quedado con la sensación de que no nos lo han contado todo.
La hipótesis más popular es la de la nave extraterrestre, que los militares han encontrado cadáveres de sus tripulantes, o incluso, que capturaron a uno de esos seres con vida, y que hoy en día sigue retenido en la Área 51 (que por cierto, que esta base se hizo conocida en círculos conspiranóicos a partir de este incidente).
También está la hipótesis más realista, que se trata de un simple globo sonda con fines meteorológicos. Pero a la larga, esta explicación parece inverosímil, una especie de cortina de humo, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de ríos de tinta que se han usado para escribir sobre este fenómeno desde entonces. Parece mentira que se armara tanto ajetreo por una simple bolsa llena de aire caliente, un termómetro, un barómetro y demás material de medición climática...
Y esta sensación se acentúa si se tiene en cuenta los artículos periodísticos que se publicaron los días siguientes, pues en un mismo periódico, en las primeras páginas se informaba que el ejército negaba la naturaleza extraterrestre del dichoso artilugio, pero más adelante, otro artículo advertía que si algún civil contactaba con una forma de vida extraterrestre, sería acusado de poco menos que de traición...
Con este panorama, también se podría pensar que estamos hablando de un artilugio tecnológico de alto secreto, o incluso de una una aeronave rusa, ya que, recordemos, estamos en los inicios de la guerra fría.
Sea como fuere, este incidente caló hondo en la consciencia colectiva del planeta. Incluso llegó a influir en la producción de ciencia ficción que se hizo a partir de entonces, surgiendo así el género de las invasiones extraterrestres, donde los invasores eran monstruos que curiosamente, recordaban vagamente a los comunistas...
Y también creó otra idea, la de las conspiraciones gubernamentales, que los que manda pueden elegir qué podemos conocer y saber, y lo que no. Es un concepto que por si solo ya es bastante aterrador. Y en este caso que nos atañe, los que manda podían estar ocultándonos pruebas de la existencia de vida extraterrestre, de que somos visitados con frecuencia por estos seres...
Estas dos ideas también aparecen en mi obra. En "El Polizonte del Philadelphia", tanto los mandatarios de la Unión como los de la Confederación, tienen conocimiento de la existencia de estos seres, y el incidente de Saurius VI no es más que otro capítulo de esta trama conspiratoria, un intento para contactar de una vez por todas con una de estas criaturas.
Pero para que este escenario sea creíble, partí de un punto de vista bastante realista; en el futuro, cuando la humanidad se expanda por el universo, no se tropezará con ninguno de estos seres (al menos, que se sepa). Lo único que encontraran serán formas de vida más sencillas, como animales, plantas, hongos, algas... Lo más avanzado que descubrirían, serían civilizaciones inmersas en una cultura similar a la neolítica.
Y al final de la novela, aproveché para exponer mi opinión sobre los dichosos hombrecillos grises... Pero se trata de una conclusión que no conviene (pensando en el potencial lector) contarla aquí.

sábado, 6 de julio de 2013

Sobre la importancia de los detalles técnicos.

A la hora de escribir ciencia ficción, hay que cuidar ciertos detalles, como son los aspectos científico-técnicos que rodean la historia.
Claro está que el escritor que quiera trabajar en este género, tiene que estar formado en alguna que otra disciplina científica, si quiere aportar realismo a su relato, o al menos, que resulte plausible.
En el caso de mi novela, he tenido especial cuidado en las propiedades físicas del vacío espacial, en particular, en su incapacidad de trasmitir sonido. Cuando describo batallas espaciales, nunca hablo de motores que rugen con fuerza al cruzar el espacio, de zumbidos del fuego cruzado, ni mucho menos de atronadoras explosiones. Suelo citar los sonidos que se oyen dentro de las naves, como las alarmas de alerta, los pitidos del tablero de mandos, la detonación de los disparos del propio navío, el rumor de sus motores, los chirridos de su estructura, los impactos producidos por los tiros enemigos, las explosiones internas, las transmisiones de radio...
Incluso describo el fenómeno que se produce en las esclusas externas, cuando al presurizar, de pronto se puede oír.
Otro aspecto que suelo cuidar es la verdad sobre las distancias espaciales. Para empezar, me centro en el detalle de que no se puede ir más rápido que la luz en nuestra realidad física. Y un elemento importante en mi novela que viaja a esa misma velocidad, son las señales radiofónicas, concretamente, la señal de baliza del Philadelphia que se consiguió emitir antes de su aterrizaje forzoso. Esta señal fue captada por primera vez en un punto situado a cinco años luz de distancia, y por lo tanto, esta nave no será rescatada más de cinco años después de estrellarse. Y además al chocar contra un planeta selvático, obviamente, quedaría cubierto por su agresiva maleza...
Luego, me tomé algunas licencias, basadas en teorías científicas, como son el hiperespacio y los agujeros de gusano.
El hiperespacio es popularmente conocido gracias a las producciones de ciencia ficción de hoy en día. No hay nave que se precie que no pueda viajar rápido con este sistema. Se trata de una especie de realidad alternativa, más "corta" que nuestro plano de la existencia, y por lo tanto, si viajas a través de él, podrás llegar antes a tu destino. En la mayoría de los relatos, viajar por el hiperespacio suele ser algo instantáneo, pero he querido ser más realista en mi novela. La Wagner, la nave de los protagonistas, al viajar por el espacio, recorre la mencionada distancia de cinco años luz en cuestión de una semana, cuando algún otro autor se hubiera tomado la licencia de recorrer esta misma trayectoria en unos pocos minutos. Además, así aprovecho para describir brevemente el día a día en una nave espacial.
El uso de los agujeros de gusano es la forma de viajar del Philadelphia. Sirve para recorrer distancias mucho más mayores. Teóricamente, se podría llegar al otro lado del universo en cuestión de segundos. Sin embargo, aquí también quise ser realista. El Philadephia tarda meses en viajar a la otra punta del universo conocido, y por lo tanto, necesita sus propios medios para abastecer a su tripulación, y de ahí, la utilida de sus cubiertas de biosfera. Y otra cosa, para usar este método de transporte, es necesario conocer las coordenadas de salida, así como el previo conocimiento de la existencia de una red universal de agujeros de gusano... Pero la resolución de este pequeño detalle está explicado en "El Polizonte del Philadelphia" y no conviene contarlo aquí.

domingo, 30 de junio de 2013

Sobre literatura y videojuegos.

En esta época tan rara que nos ha tocado vivir, los frikis nos vemos obligados a ser muy selectivos con nuestros pasatiempos. De ahí la urgencia que se nos pide a los creadores para que nuestras obras sean de rápido consumo; significa que hay que dedicar más espacio a la acción, y menos a las descripciones superfluas.
Sin embargo, este último aspecto es algo que no me afectó a la hora de escribir mi novela. A pesar de no ser un gran coleccionista de videojuegos, últimamente, he tenido la oportunidad de jugar más que nunca, gracias a la intervención de mis sobrinos. Asimismo, las tramas de estos pasatiempos virtuales han influido en mí a la hora de construir mis relatos.
Y además, está el acceso a youtube, que me permitió comprobar la estética de cine que poseen muhos videojuegos actuales, contando una historia compleja a medida que el jugador va superando retos... Y francamente, lo cinematográficos que resultan muchos videojuegos, son síntoma de una gran verdad; los desarrolladores de videojuegos sí ven cine, pero los cineastas, no suelen ser videojugadores.
Así pues, en un momento inicial, a los protagonistas de "El Polizonte del Philadelphia" se les encomienda una misión más típica de un videojuego; ir a un planeta dominado por dinosaurios para reclamar los restos de una nave antigua, y hacerlo antes que sus antagonistas...
Y prueba de ello es que cuando resumí este relato a uno de mis parientes, uno de mis sobrinos, que nos estaban escuchando, nos preguntó; ¿De qué videojuego estáis hablando?
Lo cierto es que mis protagonistas tienen que recorrer ese planeta, superar dificultades, como si estuvieran subiendo de nivel. Y así, el lector también aprende las normas básicas para poder subsistir en Saurius VI, a la vez que acompaña a los protagonistas en sus derrotas y victorias.
Y así, cuando se llega a la línea de meta, y tanto los protagonistas como el lector se enfrentan al terrible secreto que encierran los restos del Philadephia, Este4 secreto se manifiesta en forma de "monstruo de la última pantalla". Es un encuentro tan violento, y de consecuencias tan funestas, que tanto el lector como los protagonistas, se ven en la tesitura de si es conveniente o no, embarcarse en una nueva misión, para poder detener a este monstruo de la última pantalla...

viernes, 28 de junio de 2013

Sobre el proceso creativo y las malditas erratas.

Cuando empiezo a trabajar con mis historias, siempre empiezo de la manera más tradicional; con lápiz y papel, o mejor dicho, con bolígrafo y libreta.
Esta primera parte es quizás la más creativa de todo el proceso. Me encargo de difinir a los personajes, describir los ambientes, y sobre todo, hago que vivan aventuras en las que se enfrentan a grandes peligros, de donde suelen salir victoriosos. Sien embargo, también es la parte en que más se emborrona, y donde se retrocede varias páginas para añadir anotaciones en los márgenas, que suelen ser detalles para preparar al lector para futuror giros en la lectura...
Luego llega la segunda parte del proceso; pasar la historia del ordenador, que es una tarea sencilla cuando ya has pillado práctica con el teclado. Con este trabajo, se consigue que el relato parezca más presentable, y   también se puede añadir ideas, conceptos y actos, detalles que enriquezcan la historia.
Sien embargo, ese en esta parte donde empiezan los mayores obstáculos para mí; las dichosas faltas de ortografía y gramaticales.
Es cierto que el corrector ortográfico me ayuda con este tema, pero también pasa por alto faltas de ortografía que identificas como correctas, cambia del español al ingles en frase del estilo de "Me has oído", o deja pasar palabras equivocadas (como confundir atardecer con amanecer... ), o no me detecta las repeticiones de una misma palabra a lo largo de un párrafo...
También está la parte de la gramática, pero es una función del corrector informático que tengo desactivada, pues una vez, en vez de indicarme las frases que tenía mal construidas, me las reescribió, alterando por completo lo que intentaba expresar...
Y para colmo, la mayoría de estos errores que el corrector informático pasa por alto, solamente los detecto cuando releo mi relato cuando lo veo en formato de papel, tras salir de la impresora.
Y así empieza la parte más tediosa del proceso creativo; releer mi relato y corregir las faltas de ortografía y de gramática. Y para mi angustia, los impolutos folios blancos impresos con párrafos negros, terminan salpicados de marcas azules de bolígrafo, para posteriormente corregir esas erratas en la copia guardada en el ordenador, lo que no sería un problema, si no fuera porque, para conseguir detectar todas esas erratas, tengo que releer una segunda, tercera, cuarta vez...
Y por fin llega el momento en el que ya considero que mi escrito está perfecto, libre de mancha. Y cuando ya he encontrado una editorial que confía en tu criatura, que la encuentra rentable, embriagado por el gozo del éxito, del trabajo conseguido, envío esa copia que daba por correcta, convencido de que mucha gente va a disfrutar de las aventuras de mis personajes, sin encontrarse con los escollos de las erratas que tanto me costó detectar...
Lo que estaría bien, si no fuera porque un buen día, un conocido que leyó mi historia termina por llamarme la atención por que encontró erratas... Y entonces, releo mi relato (¡OTRA VEZ!), el que ya estaba publicado, y encuentro errores garrafales que mi cerebro de ciencias no consiguió ver en su momento (como confundir atardecer con amanecer).
Pero la novela ya está en el mercado, y por lo tanto, tengo que tragarme mi orgullo, y consolarme con la idea de que al menos, el lector se lo pasará bien leyéndolo, que vivirá aventuras, que afrontará terribles peligros, y que sin darse cuenta, aprenderá un par de cosas que probablemente desconocía...
Y además, en el mercado de los e-books, enelquetodoseescribetanrápido, seguro que hay novelas con más erratas que en "El Polizonte del Philadelphia"...

domingo, 23 de junio de 2013

Sobre la importancia de los personajes femeninos.

Una constante en mi obra es la presencia de personajes femeninos fuertes.
En un principio, se podría pensar que los motivos de esta fijación por este tipo de mujeres son más que evidentes:


Y sí, es cierto que me gustan las mujeres fuertes, aventureras independientes, que no necesitan que nadie cuide de ellas. Y sí, este tipo de personajes es lo me convierte en un fiel seguidor del género de ciencia ficción, porque, admitámoslo, es muy difícil encontrar a estas mujeres prodigiosas en otros géneros.
Sin embargo, no hago más que seguir una estela que probablemente comenzó con "Alien, el octavo pasajero", que empezó de una manera más bien accidental. Porque, ¿quién iba a pensar que Helen Ripley iba a ser la única sobreviviente de la Nostromo? Sin embargo, este concepto se llevó aún más lejos con "Aliens, el retorno", una cinta tan llena de testosterona, de tiroteos, masacres de bichos y humanos... que al final, resulta sorprendente que el clímax de esta historia culmina en un brutal enfrentamiento entre dos madres cabreadas.
Creo que fue un cineasta francés, de cuyo nombre no puedo acordarme, quien dijo que una historia ya es interesante si está protagonizada por una mujer. Creo que esta afirmación es una de los motivos por el que proliferan estas personajes en el género de ciencia ficción; personajes interesantes, viviendo historias interesantes.
Mención aparte merecen las protagonistas femeninas del mundo del cómic, las cuales se eligen, además del motivo mencionado en el anterior párrafo, simplemente para que el cómic quede estético. Aquí tendría que referirme a Luis Royo y Masamune Shirow, dos artistas que influyeron mucho en mi obra de dibujante de cómic frustrado, ya que a los tres nos gustan mucho las mujeres.
Así pues, una protagonista femenina fuerte se convirtió en una constante en mi obra (así lo atestigua la viñeta que ilustra esta entrada). Y el caso de "El Polizonte del Philadelphia" no iba a ser una excepción, aunque en esta ocasión, desplacé la mayor parte del protagonismo a personajes masculinos.
Así, pues, en esta novela hay tres personajes femeninos fuertes. Hay una piloto de combate muy hábil, que piensa y reacciona rápido ante los peligros que se le presentan, una experta en la flora y fauna de Saurius VI, que no le queda otro remedio que en convertirse en la guía del grupo protagonista, y una tercera mujer, la más misteriosa, que guarda el secreto que encierran los restos del Philadelphia.
Y que por cierto, al final, son estas tres mujeres las que derrotan al monstruo...
Pero creo que ya estoy escribiendo más de la cuenta.

viernes, 21 de junio de 2013

Sobre dinosaurios y cómo diseñar criaturas extraterrestres.

Normalmente, cuando se diseña un ser extraterrestre para un relato de ciencia ficción, se suele recurrir al típico ser humanoide. Esta opción está muy manida, precisamente gracias a las producciones audiovisuales de ciencia ficción, donde es más rentable maquillar a un actor que generar a toda una criatura por ordenador u otros métodos artesanales...
En el campo de la literatura, se recurre a los extraterrestres humanoides por una cuestión de cercanía, es decir, que el personaje resultase familiar para el lector.
Pero también en el campo de la literatura, resulta igual de barato describir a criaturas humanoides que a otro tipo de seres. Es más, la imaginación del escritor se puede convertir en el único límite a la hora de crear seres fabulosos.
En esta novela que estoy promocionando, "El Polizonte del Philadelphia", me enfrente al estimulante reto de llenar un planeta alienígena de dinosaurios. Y la tarea fue más sencilla de lo que puede parecer a simple vista.
En un primer momento, se me ocurrió desarrollar la acción en un planeta dominado por dinosaurios, por culpa de un dato que leí hace tiempo. "Solamente en nuestra galaxia, se estima la existencia de un millón de civilizaciones similares a la nuestra".
Pero la Tierra es un planeta que ha sufrido varios cambios y extinciones a lo largo de su historia natural, dando lugar a una cantidad abrumadora de especies, que añaden mucha más variabilidad a las especies existentes hoy en día. Así pues, si en nuestra galaxia existe un millón de civilizaciones semejantes a la nuestra, no es descabellado pensar que existen un millón de mundos dominados por dinosaurios.
Cuando proseguí con el relato, y nuestros héroes llegan a Saurius VI, los primeros peligros a los que se enfrentan vienen dados por los propia fauna del planeta. Así pues, nuestros protagonistas tienen que vérselas con grandes herbívoros que poseen un fuerte carácter territorial, estampidas causadas por grandes carnívoros, y temibles depredadores que solamente salen a cazar por la noche...
Idear estos seres y sus respectivas situaciones no fue muy difícil. Al fin y al cabo, hice lo que hacen los paleontólogos de hoy en día, a la hora de reconstruir la historia; observar los escenarios del presente y cambiar los actuales actores por los de antaño.
Además, poner a dinosaurios en esta novela me ayudó a simplificar sus descripciones. La mayoría de las veces, al oír sus nombres, el lector ya se hace una idea muy aproximada de su aspecto.
Aún así, al final volví a caer en el tópico del extraterrestre antropomorfo,  con esos nativos que parecen pigmeos escamosos. Pero lo hice con la intención de que el lector se identificara con ellos, pues estos seres son los que más sufren en toda la novela...

sábado, 15 de junio de 2013

Sobre las dichosas crisis económicas y los sistemas sociales.

Siguiendo con el proceso creativo de mi novela, tenía que definir a los protagonistas y a sus antagonistas.
Fue más sencillo describir a los antagonistas, los mercenarios de la Unión Solar. Y si resultó sencillo, fue porque no tuve que hacer un gran esfuerzo para imaginármelo. Lo único que tenía que hacer, era fijarme en la actual crisis económica.
Y es que los mercenarios de la Unión, al igual que sus conciudadanos, viven bajo una permanente crisis económica, o si se prefiere, largos periodos de empobrecimiento intercalados con ciclos cortos de bonanza. Y es que sus sistema económico es muy similar al actual, donde hay una minoría social que controla la mayor parte de los recursos naturales posibles. Esta minoría es, claro está, la clase rica, que no les importa lo que les pase a sus subordinados con tal de seguir luciendo sus símbolos de altos estatus.
Así pues, habría una clase baja, de donde proceden los mercenarios de mi historia, que lo único que hacen es exprimir al máximo los pocos recursos que les son concedidos porque no les queda otro remedio. De aquí, que estos mercenarios, cuando aterrizan en un planeta que no ha sido colonizado, se comportan como si todo lo que vieran fuera suyo, esquilmando y explotando hasta el agotamiento todos los recursos naturales, con la esperanza de poder ascender y formar parte de la clase alta, aunque sea a costa del exterminio de las formas de vida nativas.
Y al definir a los protagonistas, a los mercenarios de la Confederación, tuve que esforzarme un poco más. Y si tuve que esforzarme es porque estoy cansado de oír noticias negativas sobre la crisis.
Que si la cosa va muy mal, que si no hay trabajo, que si nos quitan los derechos sociales, que si esto, que si lo otro... ¡Crisis! ¡Crisis! ¡Crisis!
Así que cuando escribí esta novela, hice lo que nadie hace cuando habla de la crisis; hablar de un sistema económico alternativo.
Y así ideé la sociedad de la Confederación, que aprendieron de los errores de sus antepasados y cuando fundaron sus colonias, construyeron sus civilizaciones a partir del desarrollo sostenible, se coge de lo naturaleza lo que necesitas, no lo que puedes acumular, acumular y acumular. Así pues, el sistema de gobierno está dirigido por una gran corporación, tan grande, que se denomina, simplemente, La Empresa. Y sus dirigentes (análogos a la clase alta de la Unión), no ganan más dinero que sus subordinados o sus trabajadores. ¡Todo el mundo gana lo justo para tener una vida digna! Es un sistema que tiene el inconveniente de que no se puede acumular riquezas en poco tiempo (si no es haciendo algún chanchullo, la Confederación no es perfecta), pero sin embargo, garantiza el crecimiento económico de la sociedad a largo plazo. Y la expansión a nuevos mundos para colonizar evita que existan los actuales ciclos de ganancias y crisis.
Así pues, los mercenarios de la Confederación, cuando llegan a un mundo sin colonizar, son muy respetuosos con la naturaleza y no se dedican al robo, al pillaje o al exterminio. Se limitan a cumplir su misión, y ya está.

viernes, 14 de junio de 2013

Sobre cómo me surgen las ideas y de títulos fallidos.

Es curioso cómo trabaja la mente de un escritor después de varios años de entrenamiento mental.
La historia de "El polizonte del Philadelphia" surgió después de un verano de descanso. Harto de trabajar gratis en mi piso, presentando mis comics a concursos con resultados infructuosos, un buen verano, un pariente mío me regaló unas cuantas novelillas de Ediciones B, esas típicas publicaciones de violencia, acción y ciencia ficción, en donde el protagonista masculino siempre termina emparejado.
Fue una experiencia catártica. Me quité de encima toda mi tensión de dibujante de comic frustrado. No obstante, mi mente fabuladora seguía trabajando. Empecé a tomar elementos de tal novela, o de otra, formándose un relato totalmente original. Y cuando comencé a escribirlo, se me vino una imagen a la cabeza,  de donde saldría el resto de la historia de una manera completamente orgánica.
Esta imagen, la de los dedos de un ser oscuro y amenazador asomándose entre las rendijas de un fuselaje dañado, cubierto de una exótica vegetación alienígena, fue el germen de todo. Cuando comencé a escribir, ya sabía cómo empezar, incluso tenía alguna de idea de cómo iba a terminar. Desconocía lo fascinante que iba a ser realizar este viaje que quiero compartir con todos vosotros.
Pues cuando empecé a escribir, no sabía que iba a hablar de una IA con un extraño interfaz orgánico, ni de terminaría por hablar de arqueología extraterrestre. Es más, ignoraba la verdadera naturaleza de este ser enigmático.
Y de esta imagen, también salió el título de "El polizonte del Philadelphia", mi primera opción, que bien pensado, tenía que haber desechado antes de formalizar la publicación.
Lo de bautizar a mi nave antigua con el nombre de Philadelphia fue un acierto. Es una referencia a cierto experimento que se hizo en la ciudad homónina durante la segunda guerra mundial. En un intento por idear un método para ocultar los barcos de guerra de los radares enemigos, se creó un campo electromagnético en torno de una embarcación. El resultado fue impredecible. El barco desapareció físicamente del puerto, ante la vista de cientos de testigos. Minutos después, la mencionada embarcación volvió a aparecer, con la mayor parte de su tripulación gravemente herida, llegando a aparecer cuerpos moribundos literalmente fundidos a la cubierta... Se dice que este incidente fue un intento de abrir un agujero de gusano, una especie de pasadizo interdimensional que comunica dos puntos separados del universo. Y el Philadelphia, el gran navío de mi novela, viaja precisamente con este método. Así pude escribir un relato donde una humanidad avanzada tecnológicamente tiene que encontrar esta nave primitiva que ha estado en un lugar muy lejano en el universo...
Sin embargo, lo del polizonte, fue un batacazo. Cuando se publicó mi novela, se me ocurrió consultar en un simple diccionario, nada más que para pasar el tiempo. Mi novela tenía que haberse titulado "El polizón del Philadelphia". Sin embargo, como ya estaba registrado, no se puede cambiar el título, para mayor vergüenza mía.
No obstante, lo del polizonte no va muy descaminado para definir al monstruo de la imagen de arriba. "Polizonte" es un termino despectivo para denominar a un agente de policía., y suele utilizarse para definir a policías que muestran un comportamiento violento y corrupto, que se toman la justicia por su mano.
Y francamente, mi criatura es así, un ser que está tan convencido de su superioridad, que se cree que es una especie de divinidad, un guardián del orden y de la paz (de SU orden y SU paz).
Así que desde este punto de vista, la novela no está tan mal titulada...

domingo, 9 de junio de 2013

Lo que aprendí en el curso de guión.

El año pasado, antes de recibir el tan esperado contrato para publicar, me apunté a un curso de guión, pensando, pobre de mí, que podría ganarme la vida escribiendo guiones para televisión.
En un principio, parecía una idea razonablemente acptable. Soy muy bueno inventando historias, y son relatos mucho más originales de lo que se ve hoy en día en televisión. Ingenuamente, estaba convencido de que podría crear alguna serie o telefilm de género...
En un primer momento, me recordaron lo más fundamental en cualquier relato, que tienen tres partes; el principio, el desarrollo, y el final. Cuando profundizaron en este aspecto, me di cuenta de que mi novela tenía  esta estructura, y que estaba mucho mejor escrita de lo que suponía. Incluso tenía sus cambios de giros. Encontré lógico que la eligieran para publicarla. Es más, me despreocupé de promocionarla, ignorando que hoy en día, los escritores estamos obligados a abrir blogs como éste para que nos demos a conocer.
No obstante, aprendí otra cosa más dolorosa, el motivo por el que cada vez se emita menos ciencia ficción por televisión, al menos, aquí en España. Los productores están convencidos de que no se ve esta programación.
Me parecía incomprensible, hasta que entendí cómo se miden las audiencias. Resulta ser que hay cierta empresa que se dedica a colocar audímetros, unos aparatitos muy parecidos a los recientes adaptadores a la TDT, que vienen con un mando a distancia muy especial. Con estos dos aparatos, la empresa que suministra el audímetro, puede saber qué canales se ven más, a qué horas, y cuáles son los miembros de la familia que están viendo la televisión.
Ahora bien, hay demasiados televisores en este país, no hay audímetros para todos. Entonces, la propia empresa se dedica a hacer un muestreo, y suelen elegir hogares habitados por familias de tipo medio (hijos, padres, abuelos... ). Y con esta muestra, se hace luego un sesgo, una estimación de la población.
Es decir, que cuando por los viernes por la noche, yo estaba viendo Stargate Universe, según la empresa de los audímetros, yo estaba viendo el programa musical de la cadena autonómica...
Claro está que resultaría prohibitivo poner audímetros en todas las casas. Además de que la empresa gastaría un dineral, se podría tomar como un atentando contra la intimidad de nuestros hogares. Sin embargo, esta selección de muestras nos hace llegar a una amarga conclusión.
Según las empresas que miden la audiencia, nosotros, los frikis, ¡no existimos!
Ya veía imposible que se emitiera la nueva serie de Battlestar Galactica por televisión.
Comprendí entonces porque no se hace ciencia ficción en España. Ninguna productora quiere correr el riesgo de invertir en productos de género. Y como consecuencia, se termina por hacer series clónicas, siempre lo mismo, siempre lo mismo, siempre lo mismo...
Y la dichosa crisis económica, agrava el problema, por lo que las cadenas invierten en programas de tertulias con más de cuatro horas de duración.
Y de ahí, la disparidad existente entre los datos de las audiencias y los datos de taquilla. Porque yo, cuando voy al cine, la mayoría de las veces termino en la sala más grande, viendo una película que termina siendo la más taquillera de la semana. Eso significa que mis gustos son del montón, que mis relatos conectan con el gran público, diga lo que diga un experto en audiencias.
Así que como tenía claro que no me iban a valorar mis ideas en el mundo de la televisión, decidí limitarme a terminar el curso, y en escribir novelas para mi gente, los frikis, que estamos hartos de ver siempre lo mismo, que tenemos curiosidad por ver cosas nuevas, aprender, vivir grandes aventuras a través de nuestra imaginación.
Sin embargo, no caí en la cuenta que mi nombre no vendía. Los frikis a los que escribo, no me conocen. Y sí, tengo que ser pesado, y por eso digo; ¡Frikis del mundo! ¡Uníos! ¡Demostrad que somos más de lo que la gente "normal" cree! Comprad mi novela chula; no os arrepentiréis.

La agonía de ser escritor novato hoy en día.

Si ésta es mi primera entrada, será mejor que me presente.
Me llamo Eugenio Piñeiro Mejuto, y hace un año que he conseguido publicar un libro en formato e-book.
Por fin lo había conseguido, por fin iba a cumplir mi deseo de ser escritor.
Y hoy, un año después, descubro que el libro se ha vendido más bien poco.
O en otras palabras, las únicas ventas que se hicieron, las hice yo mismo a familiares, amigos, conocidos...
Mi sueño de ser escritor se tambalea.
Así que he decidido abrir este blog, para poder promocionar mi libro a la gente que no me conoce, y no sabe lo fantásticas y épicas que son mis historias.
Se trata de "El Polizonte del Philadelphia", una historia de ciencia ficción ambientado en un futuro lejano, donde la humanidad vive dispersada por el espacio. Además, está dividida en dos grandes facciones, la Unión Solar, donde un gobierno tiránico y totalitario domina el sistema solar y la Confederación de Sistemas Coloniales, una civilización utópica y próspera, que se expande gracias a sus políticas de desarrollo eficiente.  Y claro está, ambos gobiernos luchan por los recursos naturales de los distintos planetas que son colonizados, especialmente la Unión Solar, cuya capital, la Tierra, es un vertedero.
En medio de este escenario de tensión, acontece un suceso imprevisto. Una nave antigua, el Philadelphia,  originaria del sistema solar, anterior a ambas civilizaciones y que ha estado en zonas inexploradas del cosmos, se estrella en Saurius VI, un planeta dominado por dinosaurios.
Entonces, empieza una carrera por encontrar los restos de esta nave. Un grupo de mercenarios capitaneados por Blad Aljih, son enviados por parte de la Confederación para tomar posesión de los restos del Philadelphia, pues Saurius VI está en zona neutras, y si los mercenarios de la Unión llegan antes que el grupo de Aljih, Saurius VI y todos sus abundantes recursos naturales serán propiedad de la Unión Solar...
Y aquí es donde empieza la aventura. se trata de un viaje por una peligrosa selva jurásica, enfrentándose a todo tipo de peligros, y contra los soldados de la Unión, que arrasan con todo lo que encuentran en su paso...
En resumen, es una novela llena de aventuras, acción, depredadores alienígenas, batallas encarnizadas, hasta que por fin, uno de los grupos consigue alcanzar el Philadelphia...
Entonces, se descubre que en ese viaje se ponía en juego algo más importante que la explotación u conservación de los recursos naturales del planeta. Era una carrera por descubrir un aterrador secreto, por contactar con un terrible ser, que tiene que ver con civilizaciones antiquísimas de la Tierra; el Polizonte del Philadelphia.
Y bueno, de momento, no escribo más. Ya añadiré nuevos datos relacionados con mi libro.
¡Ah! Y otra cosa. Mi libro fue editado por Equipo Sirius, y está en venta en Google, Amazon y Casa del Libro. Si ponéis el título o mi nombre en un buscador, ya sale.
Y ahora que sabéis que Saurius VI existe... ¿Os atreverías a dar un paseo por sus selvas?