viernes, 21 de junio de 2013

Sobre dinosaurios y cómo diseñar criaturas extraterrestres.

Normalmente, cuando se diseña un ser extraterrestre para un relato de ciencia ficción, se suele recurrir al típico ser humanoide. Esta opción está muy manida, precisamente gracias a las producciones audiovisuales de ciencia ficción, donde es más rentable maquillar a un actor que generar a toda una criatura por ordenador u otros métodos artesanales...
En el campo de la literatura, se recurre a los extraterrestres humanoides por una cuestión de cercanía, es decir, que el personaje resultase familiar para el lector.
Pero también en el campo de la literatura, resulta igual de barato describir a criaturas humanoides que a otro tipo de seres. Es más, la imaginación del escritor se puede convertir en el único límite a la hora de crear seres fabulosos.
En esta novela que estoy promocionando, "El Polizonte del Philadelphia", me enfrente al estimulante reto de llenar un planeta alienígena de dinosaurios. Y la tarea fue más sencilla de lo que puede parecer a simple vista.
En un primer momento, se me ocurrió desarrollar la acción en un planeta dominado por dinosaurios, por culpa de un dato que leí hace tiempo. "Solamente en nuestra galaxia, se estima la existencia de un millón de civilizaciones similares a la nuestra".
Pero la Tierra es un planeta que ha sufrido varios cambios y extinciones a lo largo de su historia natural, dando lugar a una cantidad abrumadora de especies, que añaden mucha más variabilidad a las especies existentes hoy en día. Así pues, si en nuestra galaxia existe un millón de civilizaciones semejantes a la nuestra, no es descabellado pensar que existen un millón de mundos dominados por dinosaurios.
Cuando proseguí con el relato, y nuestros héroes llegan a Saurius VI, los primeros peligros a los que se enfrentan vienen dados por los propia fauna del planeta. Así pues, nuestros protagonistas tienen que vérselas con grandes herbívoros que poseen un fuerte carácter territorial, estampidas causadas por grandes carnívoros, y temibles depredadores que solamente salen a cazar por la noche...
Idear estos seres y sus respectivas situaciones no fue muy difícil. Al fin y al cabo, hice lo que hacen los paleontólogos de hoy en día, a la hora de reconstruir la historia; observar los escenarios del presente y cambiar los actuales actores por los de antaño.
Además, poner a dinosaurios en esta novela me ayudó a simplificar sus descripciones. La mayoría de las veces, al oír sus nombres, el lector ya se hace una idea muy aproximada de su aspecto.
Aún así, al final volví a caer en el tópico del extraterrestre antropomorfo,  con esos nativos que parecen pigmeos escamosos. Pero lo hice con la intención de que el lector se identificara con ellos, pues estos seres son los que más sufren en toda la novela...

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