viernes, 28 de junio de 2013

Sobre el proceso creativo y las malditas erratas.

Cuando empiezo a trabajar con mis historias, siempre empiezo de la manera más tradicional; con lápiz y papel, o mejor dicho, con bolígrafo y libreta.
Esta primera parte es quizás la más creativa de todo el proceso. Me encargo de difinir a los personajes, describir los ambientes, y sobre todo, hago que vivan aventuras en las que se enfrentan a grandes peligros, de donde suelen salir victoriosos. Sien embargo, también es la parte en que más se emborrona, y donde se retrocede varias páginas para añadir anotaciones en los márgenas, que suelen ser detalles para preparar al lector para futuror giros en la lectura...
Luego llega la segunda parte del proceso; pasar la historia del ordenador, que es una tarea sencilla cuando ya has pillado práctica con el teclado. Con este trabajo, se consigue que el relato parezca más presentable, y   también se puede añadir ideas, conceptos y actos, detalles que enriquezcan la historia.
Sien embargo, ese en esta parte donde empiezan los mayores obstáculos para mí; las dichosas faltas de ortografía y gramaticales.
Es cierto que el corrector ortográfico me ayuda con este tema, pero también pasa por alto faltas de ortografía que identificas como correctas, cambia del español al ingles en frase del estilo de "Me has oído", o deja pasar palabras equivocadas (como confundir atardecer con amanecer... ), o no me detecta las repeticiones de una misma palabra a lo largo de un párrafo...
También está la parte de la gramática, pero es una función del corrector informático que tengo desactivada, pues una vez, en vez de indicarme las frases que tenía mal construidas, me las reescribió, alterando por completo lo que intentaba expresar...
Y para colmo, la mayoría de estos errores que el corrector informático pasa por alto, solamente los detecto cuando releo mi relato cuando lo veo en formato de papel, tras salir de la impresora.
Y así empieza la parte más tediosa del proceso creativo; releer mi relato y corregir las faltas de ortografía y de gramática. Y para mi angustia, los impolutos folios blancos impresos con párrafos negros, terminan salpicados de marcas azules de bolígrafo, para posteriormente corregir esas erratas en la copia guardada en el ordenador, lo que no sería un problema, si no fuera porque, para conseguir detectar todas esas erratas, tengo que releer una segunda, tercera, cuarta vez...
Y por fin llega el momento en el que ya considero que mi escrito está perfecto, libre de mancha. Y cuando ya he encontrado una editorial que confía en tu criatura, que la encuentra rentable, embriagado por el gozo del éxito, del trabajo conseguido, envío esa copia que daba por correcta, convencido de que mucha gente va a disfrutar de las aventuras de mis personajes, sin encontrarse con los escollos de las erratas que tanto me costó detectar...
Lo que estaría bien, si no fuera porque un buen día, un conocido que leyó mi historia termina por llamarme la atención por que encontró erratas... Y entonces, releo mi relato (¡OTRA VEZ!), el que ya estaba publicado, y encuentro errores garrafales que mi cerebro de ciencias no consiguió ver en su momento (como confundir atardecer con amanecer).
Pero la novela ya está en el mercado, y por lo tanto, tengo que tragarme mi orgullo, y consolarme con la idea de que al menos, el lector se lo pasará bien leyéndolo, que vivirá aventuras, que afrontará terribles peligros, y que sin darse cuenta, aprenderá un par de cosas que probablemente desconocía...
Y además, en el mercado de los e-books, enelquetodoseescribetanrápido, seguro que hay novelas con más erratas que en "El Polizonte del Philadelphia"...

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