domingo, 7 de julio de 2013

Sobre conspiraciones gubernamentales y la búsqueda de vida extraterrestre.

Coincidiendo con el 66 aniversario del incidente de Roswell, me digno a comentar este suceso.
Supongo que la historia de este incidente es bastante conocida. Un extraño artilugio se estrella en Roswell, Nuevo México, y a partir de este suceso, nació una enrevesada leyenda urbana que especula sobre la procedencia de este objeto, cuyo rescate llegó a movilizar al ejército de los EEUU. Fue un asunto que se llevó con el mayor secretismo posible, tanto es así, que nos hemos quedado con la sensación de que no nos lo han contado todo.
La hipótesis más popular es la de la nave extraterrestre, que los militares han encontrado cadáveres de sus tripulantes, o incluso, que capturaron a uno de esos seres con vida, y que hoy en día sigue retenido en la Área 51 (que por cierto, que esta base se hizo conocida en círculos conspiranóicos a partir de este incidente).
También está la hipótesis más realista, que se trata de un simple globo sonda con fines meteorológicos. Pero a la larga, esta explicación parece inverosímil, una especie de cortina de humo, sobre todo si tenemos en cuenta la cantidad de ríos de tinta que se han usado para escribir sobre este fenómeno desde entonces. Parece mentira que se armara tanto ajetreo por una simple bolsa llena de aire caliente, un termómetro, un barómetro y demás material de medición climática...
Y esta sensación se acentúa si se tiene en cuenta los artículos periodísticos que se publicaron los días siguientes, pues en un mismo periódico, en las primeras páginas se informaba que el ejército negaba la naturaleza extraterrestre del dichoso artilugio, pero más adelante, otro artículo advertía que si algún civil contactaba con una forma de vida extraterrestre, sería acusado de poco menos que de traición...
Con este panorama, también se podría pensar que estamos hablando de un artilugio tecnológico de alto secreto, o incluso de una una aeronave rusa, ya que, recordemos, estamos en los inicios de la guerra fría.
Sea como fuere, este incidente caló hondo en la consciencia colectiva del planeta. Incluso llegó a influir en la producción de ciencia ficción que se hizo a partir de entonces, surgiendo así el género de las invasiones extraterrestres, donde los invasores eran monstruos que curiosamente, recordaban vagamente a los comunistas...
Y también creó otra idea, la de las conspiraciones gubernamentales, que los que manda pueden elegir qué podemos conocer y saber, y lo que no. Es un concepto que por si solo ya es bastante aterrador. Y en este caso que nos atañe, los que manda podían estar ocultándonos pruebas de la existencia de vida extraterrestre, de que somos visitados con frecuencia por estos seres...
Estas dos ideas también aparecen en mi obra. En "El Polizonte del Philadelphia", tanto los mandatarios de la Unión como los de la Confederación, tienen conocimiento de la existencia de estos seres, y el incidente de Saurius VI no es más que otro capítulo de esta trama conspiratoria, un intento para contactar de una vez por todas con una de estas criaturas.
Pero para que este escenario sea creíble, partí de un punto de vista bastante realista; en el futuro, cuando la humanidad se expanda por el universo, no se tropezará con ninguno de estos seres (al menos, que se sepa). Lo único que encontraran serán formas de vida más sencillas, como animales, plantas, hongos, algas... Lo más avanzado que descubrirían, serían civilizaciones inmersas en una cultura similar a la neolítica.
Y al final de la novela, aproveché para exponer mi opinión sobre los dichosos hombrecillos grises... Pero se trata de una conclusión que no conviene (pensando en el potencial lector) contarla aquí.

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