sábado, 6 de julio de 2013

Sobre la importancia de los detalles técnicos.

A la hora de escribir ciencia ficción, hay que cuidar ciertos detalles, como son los aspectos científico-técnicos que rodean la historia.
Claro está que el escritor que quiera trabajar en este género, tiene que estar formado en alguna que otra disciplina científica, si quiere aportar realismo a su relato, o al menos, que resulte plausible.
En el caso de mi novela, he tenido especial cuidado en las propiedades físicas del vacío espacial, en particular, en su incapacidad de trasmitir sonido. Cuando describo batallas espaciales, nunca hablo de motores que rugen con fuerza al cruzar el espacio, de zumbidos del fuego cruzado, ni mucho menos de atronadoras explosiones. Suelo citar los sonidos que se oyen dentro de las naves, como las alarmas de alerta, los pitidos del tablero de mandos, la detonación de los disparos del propio navío, el rumor de sus motores, los chirridos de su estructura, los impactos producidos por los tiros enemigos, las explosiones internas, las transmisiones de radio...
Incluso describo el fenómeno que se produce en las esclusas externas, cuando al presurizar, de pronto se puede oír.
Otro aspecto que suelo cuidar es la verdad sobre las distancias espaciales. Para empezar, me centro en el detalle de que no se puede ir más rápido que la luz en nuestra realidad física. Y un elemento importante en mi novela que viaja a esa misma velocidad, son las señales radiofónicas, concretamente, la señal de baliza del Philadelphia que se consiguió emitir antes de su aterrizaje forzoso. Esta señal fue captada por primera vez en un punto situado a cinco años luz de distancia, y por lo tanto, esta nave no será rescatada más de cinco años después de estrellarse. Y además al chocar contra un planeta selvático, obviamente, quedaría cubierto por su agresiva maleza...
Luego, me tomé algunas licencias, basadas en teorías científicas, como son el hiperespacio y los agujeros de gusano.
El hiperespacio es popularmente conocido gracias a las producciones de ciencia ficción de hoy en día. No hay nave que se precie que no pueda viajar rápido con este sistema. Se trata de una especie de realidad alternativa, más "corta" que nuestro plano de la existencia, y por lo tanto, si viajas a través de él, podrás llegar antes a tu destino. En la mayoría de los relatos, viajar por el hiperespacio suele ser algo instantáneo, pero he querido ser más realista en mi novela. La Wagner, la nave de los protagonistas, al viajar por el espacio, recorre la mencionada distancia de cinco años luz en cuestión de una semana, cuando algún otro autor se hubiera tomado la licencia de recorrer esta misma trayectoria en unos pocos minutos. Además, así aprovecho para describir brevemente el día a día en una nave espacial.
El uso de los agujeros de gusano es la forma de viajar del Philadelphia. Sirve para recorrer distancias mucho más mayores. Teóricamente, se podría llegar al otro lado del universo en cuestión de segundos. Sin embargo, aquí también quise ser realista. El Philadephia tarda meses en viajar a la otra punta del universo conocido, y por lo tanto, necesita sus propios medios para abastecer a su tripulación, y de ahí, la utilida de sus cubiertas de biosfera. Y otra cosa, para usar este método de transporte, es necesario conocer las coordenadas de salida, así como el previo conocimiento de la existencia de una red universal de agujeros de gusano... Pero la resolución de este pequeño detalle está explicado en "El Polizonte del Philadelphia" y no conviene contarlo aquí.

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